Septeto Santiaguero – “La jelenguera”

“La jelenguera” presta su nombre al tercer álbum del Septeto Santiaguero.

-¿Pero el CD no se titula LA CHISMOSA?

¡Sí, claro! Lo que sucede es que en Cuba una jelenguera -de jelengue: cachondeo- es una chismosa, una mujer metomentodo que no hace más que enredar y crear confusión con sus cotilleos.

Con este trabajo el Santiaguero entra en el siglo XXI de la mano de una de sus formaciones más sólidas y creativas. Al trío vertebral de Fernando Dewar, Inocencio Heredia “Chencho” y Rudens Matos “El Chiquitín”, junto con los originales Adolfo Aguilera y José Delgado “El Pepe”, se les unen Reynaldo Caballero “Rey” (voz y calves), procedente de La Idea, y Miguel Jiménez “Miguelito”, procedente del Septeto Naborí. Uno, con sus agudos vocales maravillosos, y el otro con esa trompeta jazzera inconfundible.


Rudens que está que se sale como compositor, aporta tres canciones: “Miradas hechiceras”, “Guantánamo sí tiene changüí” y “La jelenguera”. Aunque, para ser justos, el que se sale es el grupo entero, al completo.

Cada CD es un paso adelante, firme y seguro. No es de extrañar que en giras sucesivas vuelven a ser contratados en muchos de los locales donde ya han actuado. Por donde pasan seducen al público y, concierto tras concierto, van sumando seguidores que terminan constituyendo un club de

fans, con teléfono y correo electrónico publicado en el CD de La Pulidora; algo insólito en los ochenta y tantos discos lanzados por Nubenegra. En Alemania, los más fervientes llegaron a organizarse y a seguir al grupo, de sala en sala, por varias ciudades durante la gira. Eran “los bailadores”, a los que se les dedicará el cuarto CD.

El videoclip fue grabado en Santiago de Cuba por un equipo profesional, desplazado expresamente desde España a la isla para dicha labor. Fue fantástico poder contar con jelengueras y chismosas por un día. ¡Qué digo! ¡Por un videoclip!

El recuerdo más curioso de aquel rodaje fue la dificultad para encontrar un rincón en Santiago de Cuba donde poder hacerlo tranquilamente. No es que la gente nos siguiera o nos incordiara. Lo que sucedía era que, estuvieras donde estuvieras, siempre se escuchaba música, bien de una radio, o de alguien cocinando o limpiando… Y para filmar con playback se necesita silencio y concentración sin ninguna contaminación acústica por muy sublime que fuera.

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