En la primera visita de Nubenegra a los campamentos saharauis, en octubre del 97, se produjo un hecho curioso. Se celebraba un festival de música tradicional y cada noche una de las cuatro wilayas presentaba su grupo. Un jurado analizaba todos los aspectos del cante, el baile, la poesía y el toque para decidir un ganador.
La tercera noche correspondía al grupo de El Aaiún y estaba anuncida la presencia de Abdelaziz, presidente de la República Saharaui. El grupo salió a escena a su hora y empezó a calentar. Por cortesía, debía esperar al presidente para iniciar el programa. Para matar el rato el guitarrista empezó a juguetear con la guitarra eléctrica; total, unos minutos hasta que llegara Abdelaziz. Pero Abdelaziz se demoró más de media hora, y el guitarrista tocaba y tocaba, y ¡cómo tocaba! Así conocimos a Nayim Alal.
Luego supimos que procedía de una familia de poetas, que conocía profundamente el haul, la música de esa parte del desierto, y que era relativamente popular pues dos chicas (Aziza Brahim y Tarba Bibo) que nos visitaron en nuestra jaima nos cantaron "Dios mío", una composición suya, que se convirtió en el talismán que abrió el camino de Nubenegra al haul. En posteriores viajes su figura fue cobrando la verdadera dimensión: sin él, el haul saharaui no estaría donde está. No hay mas que revisar los discos publicados por Nubenegra para intuirlo. Para certificarlo llega Nar (Fuego) su primer disco en solitario, donde Nayim se expresa con entera libertad.
Ahora sabemos que Nayim Alal nació en la provincia de Smara, en la ribera del río Hwa (Eva), afluente de Sagia el Hamra, en la tienda que la familia allí tenía levantada. Con cabras y camellos y todo lo que implica una vida nómada. En total eran seis hermanos y dos hermanas. Todos poetas y dos, además, músicos - Nayim y Mohamed Lamín(trompetista y profesor de música). El padre trabajaba en una empresa española que construía una carretera en la zona. En 1975 tuvo que salir corriendo con toda la familia hacia el exilio. Tenía nueve años. Su vida cambió por completo. Tifariti, Mehbes y por fin Tinduf. Un año después ya estaba inscrito en la escuela Martir Luali que se había organizado en los campamentos de refugiados para no descuidar la educación de los pequeños. Luego vendría el momento duro de dejar a la familia para estudiar secundaria en institutos argelinos ya que en los campamentos no había posibilidades. El panorama no podía ser menos halagüeño: estudiar lejos de la familia, con el país ocupado por Marruecos y los suyos en guerra contra el invasor.
Y al terminar los estudios, el servicio militar. Con 18 años, en el ejército, él, que viene de una familia de músicos y poetas aprende primero a tocar el acordeón y después la guitarra.
Enseguida destacan sus dotes musicales y el 86 ya está tocando el tambor en la banda militar. Fueron cuatro años hasta que lo destinan a la séptima región militar, es decir, el frente. Allí compuso muchas canciones, entre ellas la famosa Viva el Polisario, incluida en el CD Sahara Tierra mía en la que se describe la toma de una posición ocupada por marroquíes.
De esa época data una anécdota ya convertida en leyenda. Andaba con una guitarra acústica y no había forma de conseguir cuerdas de repuesto. En algún momento su guitarra era el vivo reflejo de la precariedad con que su pueblo se mantenía en pié. Con sólo tres cuerdas, y una de ellas ajustada a la clavija rota con el alambre de limpiar la boquilla de fumar tabaco, seguía componiendo y ensayando con el grupo que tenía montado.
Pero su suerte estaba por cambiar. Primero, la guitarra eléctrica, y luego el traslado a la wilaya de El Aaiún. Resulta que esta wilaya estaba hermanada con la Sépima Región militar. Corría el año 1997, se estaba pendiente de la celebración del referéndum propuesto por la ONU dentro del Plan de Paz, asumido por Marruecos y el Frente Polisario seis años antes. En las wilayas, el Ministerio de Cultura dedicaba especial atención a la música tradicional. Cada barrio tenía su grupo, y con los mejores cantantes, bailarines, guitarristas y poetas se constituía el que representaba a la wilaya en el festival que en pleno verano anualmente se celebraba. Como la mayoría de los hombres estaban en el ejército los grupos andaban escasos de músicos. El gobernador de El Aaiun aprovechó el hermanamiento para traerse a Nayim al grupo de la wilaya. Al poco, era ya el director artístico de la agrupación. La etapa militar quedaba definitivamente atrás.
Basta echar un somero vistazo a las grabaciones saharauis de Nubenegra para comprender el papel destacado que Nayim ha jugado a lo largo de estos seis años. Con Leyoad ha recorrido Europa y, tanto con su guitarra acústica y eléctrica, como con la tidinit, ha apoyado a las Mujeres Saharauis en sus conciertos. Por fin puede dar rienda suelta a su guitarra eléctrica mostrando su poderío, algo que nos dejó entrever en El Hebe, bar vallecano con la mejor tradición rockera de la capital, el 27 de marzo pasado.
En Nar, Nayim descarga el blues ardiente del desierto en sus mútiples facetas: épico, amoroso, nostálgico, valiente y también divertido. En Nar, Nayim sienta las bases para un haul actual, sin complejos ni ataduras; un haul en el que convergen todos los caminos del desierto, su pasado rebelde, su mísero presente y un futuro lleno de esperanzas.
Nayim Alal es una fuerza de la naturaleza que por caprichos del destino ha llegado hasta nosotros. Ahora es su turno, y viene a reclamar un espacio vital para él y para su pueblo. Nayim Alal trae el Fuego y prepara un incendio.
"En directo es un admirable torrente eléctrico "perfectamente vinculable a los famosos bluesmen malineses" que en disco tiene sin embargo una correspondencia mucho más poética y vocal..."Nar" es un canto de amargura a la añorada tierra saharaui, pero con la vista puesta en un esperanzador futuro."
(World Music, 2003)
The updating of Hawl, the traditional music of the Saharawis, is in the hands of Nayim Alal.
Nar, his first solo album, is the living proof that something is happening in the desert. Contrary to what one might think, this renovation has little to do with what is going on around him in the neighbouring surroundings.
Nayim´s powerful guitar, the fruit of its adaptation of the tidinit, makes a difference.
Besides being a poet and musician in a family of poets, he merges vintage of tradition with the desire to usher in current expression, open to the four winds.
In Nar, the Hawl remains intact.
The songs are structured to the scales and traditional Saharawi rhythms and are sung in Hassaniya, the regional language. But everything else is possible, whether the use of a particular instrument, the development of an arrangement if necessary, or the collaboration of musicians from other latitudes.
Nayim sings to his nation and the painful circumstances surrounding it; he also sings to his most intimate environs.