Recuerdo haber colocado un enorme cartel con el mapa de Africa en el vestíbulo de la sala donde presentamos SIBÈBA, disco con el que debutaron las HIJAS DELSOL. Una sala en pleno centro de Madrid, en los sótanos de los cines Callao. El cartel no tenía otro fin que el de señalar la situación del país en el que vieron la luz por vez primera Consuelo Apo “Piruchi” y su sobrina Paloma Loribo: Guinea Ecuatorial. No se trataba de un capricho tonto, sino que, tras la constatación de las expresiones faciales de tantas y tantas personas al mencionarles esa antigua colonia española, no quedaba más remedio que mostrar su ubicación en el continente africano.
Han pasado 22 años largos desde que se publicara ese disco maravilloso y cada vez que lo escucho me sigo quedando absorto con sus voces, con sus armonías, sus melodías y con su impresionante capacidad para ligar la tradición con la modernidad. Esa naturalidad con la que vestían cualquier tipo de indumentaria, ya fuera ancestral o contemporánea, o la manera de maquillarse para actuar.
El pasado domingo (15 de abril) la Cuatro emitió un episodio de “Planeta Calleja” dedicado a Guinea Ecuatorial, con Belén Rueda como invitada especial. Para mí, verlo fue como un desquite personal. En abril de 1996 me puse todas las vacunas que aconsejaban los especialistas para viajar a Malabo. Debía participar como jurado en el concurso anual de canción convocado por el Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo dependiente de la Agencia Española de Cooperación Internacional, que sufragaba el viaje. El caso es que con todo listo, los pasajes de avión comprados, en el Consulado de Guinea Ecuatorial en Madrid no me dieron el visado para poder entrar en el país. Tampoco me dieron explicación alguna, sólo largas. Aunque para mí era evidente que les molestaba enormemente el que hubiera publicado discos de las Hijas del Sol. En el Centro Cultural llegaron a retrasar el concurso esperando una solución consular que nunca llegó.
El documental de Planeta Calleja se centra en cuestiones que tienen que ver con la naturaleza exuberante de sus selvas y sus mares, con imágenes bellísimas. Lástima que, salvo una incursión en una aldea en la que pudimos apreciar algo del folklore musical, el resto de la banda sonora nada tiene que ver con la música del país. Me daban ganas de bajar el sonido del televisor y poner alguna canción de Piruchi y Paloma para disfrutar plenamente de las soberbias imágenes.
Durante un tiempo las Hijas del Sol contaron con el guitarrista Armando “Super” Momo quién participó en la grabación de SIBÈBA y lideraba el grupo de músicos que las acompañaban en los conciertos. Por desgracia él falleció de una inesperada enfermedad apenas un año más tarde, lo que complicó enormemente los directos pues era insustituible.
De la canción que da título al disco se rodó un clip en la sala Revólver, que hoy incorporamos a nuestro canal promonubenegra en YouTube.
Transcribo parte de un artículo de Isabel Gutiérrez, publicado en ABC Ocio, que recoge muy bien la sorpresa que supuso la irrupción de las Hijas del Sol:
«Las palabras que brotan de las gargantas de estas dos mujeres suenan raras lejos de África, pero es tal la fuerza y la belleza de sus voces y de las melodías que las acompañan, que estremecen incluso al más profano. Ellas, aseguran, no tienen otra vía mejor para expresarse que la de la música, aunque, cara a cara, y cuando narran en medio de una conversación su agitado periplo vital -desde que nacieron hasta que llegaron a España-, rezuman una sabiduría añeja, aligerada, eso sí, con cierta inocencia.
Si no fueran tan jóvenes, si no estuvieran tan comprometidas con los problemas de su tiempo, si no se les calara la rebeldía en su entretenido relato, una tendría la impresión de estar ante un par de guerreras centenarias empeñadas en mantener a flote las tradiciones de una de las más ricas culturas africanas.
-¿Por qué decidieron dejar Guinea y venirse a España?
-Porque cuando conseguimos hacernos un nombre allí y formar diferentes grupos de música en varias partes del país, Guinea se nos quedó muy pequeña -cuenta Piruchi-. ¿Qué podíamos hacer? ¿Grabar en el centro de África para que nos escucharan unos pocos…? Así que nos animamos a salir. A ningún artista le resulta fácil empezar a grabar, pero para algunos es más difícil que para otros, más aún si vienes de fuera, si no sabes de ningún circuito ni qué rumbo tomar. Pero nunca nos hemos quedado con las bocas cerraditas, siempre hemos dado muchas vueltas, siempre hemos querido más y más. En vista de que nadie confiaba en nosotras, empezamos a cantar en bares y en pequeños locales. Poco a poco nos dimos a conocer, hasta que empezaron a pasar grandes cosas. Por ejemplo, la grabación de «Sibèba» y la gira con Mano Negra.
-¿Se adaptaron bien a España?
-Cuando una sale de su país para vivir en otro, tiene que adaptarse a todo. Si ves que todos andan con un sólo pie, tú también debes usar un sólo pie. Intentamos acomodarnos al medio en que nos movemos, pero eso cuesta -comenta Paloma.
-Al principio, el choque fue terrible -añade Piruchi-, parecíamos antílopes que acababan de soltar en medio del asfalto. Con el tiempo, sin embargo, nos hemos acostumbrado a Madrid.
-En la carpeta del álbum, ustedes hacen una dedicatoria a «todas aquellas personas e instituciones que, frente a la barbarie de una modernidad mal entendida, se han consagrado en defender las tradiciones de los pueblos del mundo entero…» ¿Es la defensa de las tradiciones su mensaje fundamental?
-Sí -asiente Piruchi-, pero al decir que tenemos que acordarnos de nuestras raíces y de nuestras tradiciones, no queremos atacar a la modernidad. Lo que pretendemos es que la gente comprenda que por el simple hecho de ser modernos no podemos romper con lo que otros hicieron en su momento. Sin cultura ni tradición, ¿cómo nos podemos identificar? Por muy alto que vuele, nadie debe olvidar quién es y de dónde viene.
-Nosotras unimos textos tradicionales con nuestras composiciones con el ánimo de crear un puente entre nuestros abuelos y nuestros jóvenes -afirma Paloma-. ¿Y qué más pretendemos? Entrar poco a poco en el alma de la gente sin cansar ni aburrir.
-¿Por qué a la música africana le cuesta tanto entrar en Occidente?
-Creemos que siempre ha existido cierta comunicación entre África y el exterior -dice Piruchi-, pero también se ha luchado mucho a lo largo de la Historia para que nuestras culturas no existieran. Además, hay una incomprensión hacia nuestras creencias y reacciones, que no son ni buenas ni malas, por la diferencia de mentalidad. Por ejemplo, en pueblos como el nuestro, cuando ocurren desgracias, no lloramos derramando lágrimas. Lloramos cantando. Si yo tengo una amiga europea y a ésta le pasa algo muy malo, en lugar de llorar por ella yo me pongo a cantar. Y, claro, eso le puede molestar. Para nosotros la música es más efectiva que una conversación. No se debe ver África como un lugar simplemente exótico, como algo de otro mundo. Tenemos grandes cosas que dar.»